La historia de los Reyes Magos de Oriente fue escrita hacia el año 70 después de Cristo en arameo. Ese texto no se
ha conservado, pero ha llegado hasta nosotros porque fue traducido al griego,
que era el idioma más utilizado en la época en la cuenca del Mediterráneo.
La Historia de los Reyes Magos se
encuentra en el Evangelio según San Mateo (2,1-12). De los cuatro Evangelios, solo Mateo nos
cuenta este pasaje, cuando en tiempos de Herodes III el Grande, y habiendo
nacido Jesús en Belén de Judea, llegaron allí en busca del Rey de los Judíos
unos magos (magusàioi) venidos desde Oriente,
siguiendo una "estrella" que les guiaba por el camino.
Sin embargo, en el texto de San Mateo no se les nombra ni
como "Reyes", ni como "Magos", ni siquiera por los nombres como los conocemos: Melchor, Gaspar y Baltasar. La idea de que uno de ellos era negro, o que
eran tres, es producto de la imaginación o de la literatura posterior. Pero hay otras cuestiones curiosas en
torno a esta historia.
La larga tradición nos ha traído estos
elementos identificadores que no se encuentran escritos. Algunos
historiadores apuntan que se puede tratar de añadidos en la traducción
griega del arameo a la historia que, escrita por Mateo, fue utilizada por
Marcos y, más tarde, por Lucas. Otros estudiosos afirman que se pudo obviar
el ofrecer datos tan concretos sobre quiénes eran los Reyes por considerarlo
ambiguo o comprometido. Algo que parece carecer de base si se piensa que el
texto está escrito muchos años después de que acontecieran los hechos.
También se ha considerado curioso
que
los primeros paganos ("primitia gentium", los primeros entre
los paganos en
adorar y reconocer al Señor) que fueron a venerar al Salvador
fueran Reyes, y lo que
resulta más chocante, que fueran "Magos". La clave de todo
esta asunto puede
encontrarse en el acierto de los traductores latinos del Nuevo
Testamento
que llevaron el texto a esa lengua, entre ellos San Jerónimo
que en el siglo IV tradujo las Escrituras del hebreo al latín, quizá el
primero que los
identifica como Magos.
¿Pero a qué se llamaba magos, "magusàioi"?
En tiempos del nacimiento de Jesucristo, los magusàioi eran
adivinos y astrólogos, de origen caldeo, es decir, del área
sirio-mesopotámica, lo que desde Judea suponía el Este geográfico. Así
las cosas, el término magusàioi designaba a los charlatanes que
practicaban algún tipo de magia, que practicaban la antigua ciencia de
los Magû, tribu seguidora de Zaratrusta, que reunía las prácticas
mágicas, astrológicas o adivinatorias del mundo persa.
Oro,
Incienso y Mirra. El oro, el incienso y la
mirra nos llevan hasta la llamada "Ruta del Incienso", una ruta que se
extendía desde el Océano Índico, subiendo por la península Arábiga,
trayendo hasta el mediterráneo productos del Asia Central. La única ruta
capaz de traer hasta el portal de Belén esas mercancías.
Siguiendo el
relato apócrifo, esto es, cualquier libro que se atribuye a un autor
sagrado, pero no está incluido en el canon de la Biblia, del
Protoevangelio de Santiago o el llamado Evangelio armenio de la
infancia (un texto datado en el siglo V o VI, y otros escritos, se fecha el nacimiento de Cristo un 6 de enero y la visita de los Reyes
tres días después. En esos textos se nombra a tres Reyes, Melkon,
rey de los persas, Gaspar, rey de los Indios y Baltasar,
rey de los árabes. Lógico es pensar que las mercancías o presentes que
le entregaron al Salvador procedían no solo de la ruta propia de
distribución de esos productos, sino de su lugar de procedencia como
reino.
El oro representaba
el signo de la divina majestad y de la realeza. El incienso simbolizaba
el sacrificio y la mirra era una representación funeraria, que ponía de
manifiesto la fragilidad humana.
El Pesebre. San Jerónimo, como decíamos pieza clave en la
traducción del texto que nos trae la llegada de los reyes magos, habla
de "praesepe" o "praesepium", que podríamostraducir como pesebre, lugar según el
cual los Evangelistas indican el objeto sobre el que fue depositado Jesús al
nacer. Es esta la única y misma indicación que dieron los cuatro
Evangelistas, localizado en una gruta de Belén, que San Jerónimo visitó en
el siglo IV, momento en el que dejaba de estar en manos de los paganos que
celebraban allí la fiesta o culto de Atis. Curiosamente entre estos ritos se
incluía la presencia de un buey y un asno.
El pesebre o el lugar de la Natividad,
ahora epicentro de la basílica constantiniana de Belén, en la que los
peregrinos entraban para rascar, de las paredes, el carbonato cálcico que se
convertía en una reliquia conocida como "leche de María", a la que se
concedía el poder de proteger el periodo de lactancia para las madres.
Las
Reliquias de los Reyes Magos.
Un 1 de
junio del año 1164 Federico Barbarroja ordenó llevar, desde la iglesia de
San Eustorgio de Milán hasta Colonia, las reliquias de los Reyes Magos,
es decir, sus cuerpos. Fueron depositados en la iglesia de San Pedro. Se
hallaban en Italia desde el siglo IV, cuando el noble griego Eustorgio
había llegado a Milán enviado por Constantino, habiendo sido proclamado
obispo y recibiendo como regalo, al parecer por sus bondadosas obras,
las reliquias de los Magos de Oriente.
El culto a los Reyes Magos en
occidente data del siglo XII. A partir del siglo siguiente comenzaron a
desarrollarse representaciones teatrales en torno a su figura. La
Historia, que había sido compuesta por un sinfín de datos más o menos
contrastados, fue finalmente escrita entre 1364 y 1374 por Juan de
Hidelsheim, un prior carmelita alemán en la Historia Trium Regum,
basada en la Historia Scholastica de Pedro Comestore escrita en el lejano siglo XI.
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